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domingo, 15 de noviembre de 2015

Preceptores: entre lo administrativo y la contención de los alumnos

Son el referente más cercano que tienen los alumnos dentro de la institución, controlan la asistencia, la conducta y el cumplimiento de las normas; y son a quienes recurren primero los adolescentes cuando se presenta alguna dificultad. Atentos a las necesidades y situaciones que puedan acontecer dentro de la escuela, la función del preceptor no se limita sólo a cumplir con tareas administrativas. "Si el alumno requiere de nuestra presencia, estamos ahí para orientarlo y contenerlo", aseguran los preceptores que reunió LaCapital para reflexionar sobre sus experiencias dentro del aula y el desenvolvimiento en una actividad reconocida desde hace tiempo por la comunidad educativa.

"La educación atraviesa hoy una compleja realidad, en la que el rol del preceptor es importante para mediar entre alumnos y docentes, y contener a los adolescentes que buscan un lugar donde expresarse y contar lo que les pasa", coinciden Griselda Lemaire, Corina Puerta, Daniel Gómez y Tomás Santana. "Que un chico reciba afecto y se sienta escuchado escapa del ámbito educativo y la problemática del adolescente, dado que muchas dificultades en la sociedad se generan a partir de la falta de comunicación y de apertura hacia los demás". Así definen el contexto y abren el diálogo sobre el rol que les toca desempeñar dentro de la escuela.
Rol clave. El preceptor realiza el contacto cotidiano con el alumno y es una pieza clave dentro de la institución. "Somos la cara visible de la institución, los alumnos se dirigen al preceptor pero los padres, los directivos y los profesores también, porque llevamos un registro minucioso de la problemática de cada chico. Podríamos decir, sin exagerar, que la preceptoría es el corazón de la escuela en términos educativos y administrativos", afirma Tomás, profesor de historia y preceptor en la Técnica Nº 464, a punto de jubilarse.
"Antiguamente se lo llamaba celador y se lo asociaba al modelo prusiano de organización escolar, de vigilar y castigar. Este imaginario instalado en la comunidad y en la institución afortunadamente se logró revertir, adquiriendo mayor jerarquía en su función de preceptor que no requiere de formación profesional ni docente", continúa el educador.
Para Daniel, la tarea de preceptor comenzó hace 35 años, su trayectoria le valió el nombramiento de jefe de preceptores del turno mañana en la Técnica Nº 464, aunque sigue en contacto con los alumnos por las tardes. "Nuestra escuela cuenta con 21 preceptores distribuidos en los tres turnos, algo que no sucede con frecuencia, ya que en la mayoría de las escuelas el preceptor tiene cuatro o cinco cursos, y en las periféricas incluso siete comisiones. Esto dificulta la llegada a la totalidad de los alumnos, quienes lo primero que buscan es ser identificados por su nombre".
Con los adolescentes. "Los chicos generalmente se acercan solos al preceptor porque tienen un espacio y sienten que se los habilita con la palabra. En esta etapa donde se percibe una carencia constante de afectos, es importante que sepan que no son sólo un número de la lista, que son Mateo, Virginia o Andrea", destaca Griselda, preceptora en la escuela ex Nacional Nº 1 y tutora de la Técnica Nº 288 Osvaldo Magnasco. También admite que como docente y psicóloga le resulta difícil despegarse de su profesión, "siempre la mirada va más allá".
Con este pensamiento coincide la licenciada en psicopedagogía Corina Puerta, a partir de su experiencia como preceptora y actual tutora de 1º y 2º año en el Colegio Los Arrayanes. "En un marco de confianza, el preceptor intenta ayudar al alumno y cuando nos cuentan algo íntimo, lo principal es que no se sientan traicionados, aunque debamos tomar algunas medidas o actuar en el caso de riesgo social. No podemos modificar su realidad pero sí ofrecer una palabra o un consejo, a veces la simple actitud de preguntarle cómo está, nos habilita para que acuda a nosotros en otra oportunidad".
"El preceptor puede contener al alumno pero no es su amigo sino un adulto que establece límites y es coherente en su discurso. Esta persona parada todos los días frente al curso, también vela por la continuidad escolar de los estudiantes y cuando falta repetidas veces también le advierte que llamará a sus padres", continúa la tutora.
Tutoría. A diferencia del preceptor, el profesor tutor realiza un seguimiento y acompañamiento más exhaustivo sobre el alumno tanto en el aspecto cognitivo como vincular y emocional. "Se ocupa de evaluar las fortalezas y debilidades en su aprendizaje e incorporar estrategias para la resolución de conflictos y determina cuando un chico necesita ayuda por fuera de la institución o tramitar su derivación al equipo socioeducativo del ministerio en caso de riesgo social. El profesor tutor sólo focaliza su atención en aquellos alumnos que presentan un problema; aunque sería preferible darle un espacio a cada uno de los adolescentes para que pueda expresarse e intercambiar sus vivencias", afirma Corina con la responsabilidad de este cargo, que muchos profesores aceptan de manera arbitraria y sin la debida capacitación.
Los cursos generalmente abarrotados de alumnos aumentan considerablemente las problemáticas dentro del aula, que suelen ser cada vez más complejas y diversas, y requieren de otro tipo de intervención. "En estos casos, los tutores también se ocupan de brindar contención por fuera de la institución, por ejemplo cuando se trata de conflictos territoriales donde chicos que pertenecen a distintos barrios se enfrentan a la salida de la escuela", cita Griselda con respecto a las dos escuelas donde trabaja, que se encuentran ubicadas en el centro y macrocentro de la ciudad, y que nuclean a chicos de la periferia.
Problemáticas frecuentes. En la contención de los alumnos, los preceptores se topan con algunas problemáticas recurrentes en los adolescentes como las adicciones, el maltrato y la violencia. "Como caja de resonancia de lo que ocurre en la sociedad, el preceptor se convierte en la herramienta que tiene la escuela para llegar al chico, en su tarea además de contener y cuidar", remarca Griselda ante situaciones que hacen que un alumno, por ejemplo, asista a clases con un arma en su mochila. "La violencia y las adicciones van de la mano, y no se trata de justificarlos pero sí de entender por qué se manejan de determinada manera. Los chicos atraviesan situaciones de violencia cotidiana, y recurren a estrategias de supervivencia que lamentablemente tienen un costo alto dentro de la institución", agrega.
En la cotidianeidad de una tarea que tiene altibajos, Daniel y Tomás también reflejaron aquellas situaciones que todavía los emociona luego de tantos años de trabajo. "Es gratificante descubrir que todavía nos reconocen los alumnos que pasaron por la escuela, nos paran en la calle y nos siguen contando cosas de su vida. Además cuando sentimos que colaboramos de alguna manera para que los chicos, que llegan desmotivados a la secundaria, no abandonen el estudio, podemos decir «Misión cumplida»", aseguran desde su lugar de trabajo, capaces de registrar todas estas experiencias, y producir un trabajo intelectual. "No queremos ser sólo repetidores de saberes".
Por su parte, Corina y Griselda, reflexionaron sobre la falta de compromiso de la sociedad, y en especial de los padres en situaciones que frustran y empobrecen su trabajo. "Pasamos más horas con los alumnos que un profesor en su materia, y no sólo contenemos o enseñamos reglas de convivencia, también aprendemos de los alumnos y de sus vivencias, es un ida y vuelta constante", reconocieron las preceptoras más jóvenes acerca de esta compleja y reconfortante tarea.

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